Emoción. Esa es la palabra que se respiraba en la Feria durante toda aquella primera jornada.
Emoción de los artistas ante la expectativa de venta o de darse a conocer. Expectativa de sentir que su "arte" interesa, gusta, seduce... y en última instancia que había merecido la pena la inversión económica para poder exponer. Y ante todo esperanza e ilusión, mucha ilusión, generada por la imagen mental de salir el domingo con el pecho hinchado de orgullo y satisfacción, de haber vendido todo o al menos bastante de la obra expuesta.
Yo sentía emoción, pero sin embargo estaba más cerca de la excitación ante una situación nueva para mi, o al menos en esa escala. ¿Expectativa? También la albergaba. Con la cabeza tenía la expectativa de poder vender mucho, todo si fuera posible, como satisfacción personal. Parte orgullo profesional, parte sencillamente económica. El corazón quería que "mis" artistas pudieran salir tan contentos y satisfechos como quería salir yo. Curiosamente este deseo con el tiempo se extendió a muchos otros artistas que yo no llevaba pero que sí conocí personalmente en la Feria, y se incrementó cuando fue pasando el tiempo, y muchos no habían vendido nada, y toda expectativa se les fue tornando en decepción. Aunque me estoy adelantando.
Entró la primera avalancha de visitantes.
En conjunto eran como una gran ola multicolor que llenaron todos los pasillos poco a poco, para luego despejarlos con el mismo ritmo de marea. Había gente de todo tipo, aunque ese primer día en general eran de apariencia digamos que "acomodada económicamente", lo que se hizo más patente a medida que se iba acercando la hora de la inauguración oficial, momento en el que vendrían la representación institucional. Normalmente iban en pareja, o en pequeños grupos, y alguno sólo o sola. Eran de edad mediana, siendo la mayoría personas mayores. Lo que era lógico, dado que era viernes por la mañana y muchas personas trabajan. Si tenían suerte, claro...
Avanzaban unos pocos pasos y se detenían ante una obra, intercambiaban rápidas opiniones sin dejar de mirar la obra, analizándola de arriba a abajo, pensando en qué lugar quedaría mejor en sus casa o en las casas de sus hijos o amigos a los que pretendía sorprenderles regalándoles arte. Era la "primera pasada", por lo que solía durar poco, ya que lo que hacían eran ver las obras que "de primeras" les gustaban o impactaban, memorizando donde estaban situadas para volver a pasar algo más tarde o en los días siguientes ya más tranquilamente. Muchos no confiaban en su memoria sabiamente e iban apuntando en una pequeña libreta el nombre del autor y algunas características de las obras, para recordarlas en la "segunda pasada". Digamos que eran los "profesionales" o "experimentados" en esto de las Ferias de Arte. Muchos ya curtidos en otras Ferias como ARCO o Estampa, incluso en esa misma mañana, en la que habían hecho un verdadero "maratón", el cual incluso para mi era difícil de concebir. En esta "primera pasada" salvo excepciones, no me preguntaron nada sobre los autores o sus obras. Sólo venían, se acercaban, en el mejor de los casos afirmaban en silencio, con aire de satisfacción, y se marchaban.
Mientras paseaba de un lado a otro de mi zona, intentando no levantar mucho los pies del suelo, para evitar así el dolor por el roce de los zapatos, miraba por encima de la gente, de la ola humana, y veía a otros comisarios, y artistas, y nos intercambiábamos miradas y sonrisas, que hablaban en silencio de la expectativa de venta ante la avalancha de posibles compradores. Pero al mismo tiempo, subíamos levemente los hombros a la par que torcíamos un poco los labios en señal de que aunque había pasado unas horas en esa situación aun no se había vendido. Eran gestos como diciendo "No, aun no hemos vendido, pero espera un poco más, seguro que ahora empieza lo bueno". En una sola palabra. Complicidad. Y no nos faltó razón, pues se vendió, aunque no me quiero adelantar en esto aun.
Cuando por fin pasó la ola. Comenzó "mi ronda", por todo la primera planta de la exposición. Andaba de una lado a otro, cuando no había nadie en "mi zona", pues si había alguien, me acercaba por si necesitaba algún tipo de información. A veces veía a algún visitante mirando detenidamente una obra. No quería sacarle de su estado de ensoñación. Estaba claro que estaba viajando a través de las formas. Y estaba disfrutando. Y yo disfrutaba al mirarlo disfrutando del arte, y más concretamente de un arte que conocía bien, y que ya antes me había cautivado a mí. Me preguntaba si estaría sintiendo lo mismo que yo sentí al verlo por primera vez. Si se estaba fijando en los mismos colores, y si su imaginación estaba "volando" por un mundo imaginario creado a partir de esas formas. A veces me acercaba e intercambiaba opiniones. Yo no quería vender por vender. Quería vender si realmente le gustaba al futuro comprador. Yo le mostraba el camino. Pues lo más importante no era saber de arte, ni de técnica, ni del autor. Lo más importante era que el comprador se "enamorara" de la obra. Sintiera esa "energía", ese "choque", ese "empujón" irracional y al mismo tiempo hermoso al ver una obra en concreto. Y yo le mostraba el camino de ese enamoramiento. Le explicaba lo que estaba sintiendo al contemplar la obra, y que yo captaba por su mirada. Por cómo miraba la obra. Por el movimiento hipnotizado de sus manos, y cómo se relajaba su respiración, mientras los labios o bien estaban serios por una máxima concentración o estaban sonriendo de puro placer.
Por desgracia, aunque se enamoraran de una obra que les mostraba, no siempre la compraban, principalmente porque encontraron otra. No mejor. Porque no dependía de que una obra fuera mejor o peor. Si no de muchos otros factores como era el precio, pues aunque uno se enamorara la razón hacía acto de presencia en el momento justo antes de comprar. También a algunos les influenció el hecho de que preferían esperarse a ver el resto de la exposición, dado que los visitantes comenzaban por mi zona, por lo que el deseo de compra o pasaba, apoderándose del comprador la razón, o simplemente aparecía justo antes de abandonar la feria en otro stand, habiéndose olvidado de sus primeros impulsos. Vamos como en la vida misma con las relaciones de pareja...
Si no había nadie en mi área asignada, me metía por los stand, contemplando las obras de los demás artistas. Hablaba con ellos y con los comisario de arte, los cuales en muchos casos eran la misma persona, o un pariente, por lo general la pareja. Otras veces observaba como los artistas se detenían ante una obra suya contemplándola en silencio. Se podía adivinar que estaban reviviendo cada segundo de la creación de la misma con una sonrisa de satisfacción en los labios, y melancolía en los ojos, pues tenían la sensación agridulce de querer vender, pero al mismo tiempo sentían pena de desprenderse de algo tan suyo. Esos momentos, tan humanos, fueron los mejores para mi.
Cuando no había nadie, y terminaba "la ronda", me sentaba a descansar los pies. Entonces comenzaron mis visitas al baño, el cual estaba junto a un stand de una agrupación de artistas, los cuales al acabar el día pensarían que tendría incontinencia o algo peor, de las veces que fui al baño. Allí me sentaba, me quitaba los zapatos, los calcetines-medias, e intentaba crear una especia de "mega tirita" con papel higiénico, mientras maldecía a los zapatos, a mi estupidez por no haber traído nada para curarme, y a la mala suerte de que nadie de mis compañeros tuvieran unas tiritas o algo para aliviarme. Sacando fuerzas donde ya quedaban pocas, volvía a levantarme de aquel bendito baño, me recomponía delante del espejo, me lavaba las manos, y salía por la puerta disimulando lo mejor que podía el dolor.
Así, medio cojeando, aproveché para ver un poco mejor la planta intermedia de la exposición, y hacer una visita al futurista stand de Jesús Azogue. Allí hablé con el joven artista, el cual a pesar de su juventud tiene una más que interesante carrera artística, y lo que es más importante una fuerza creadora y un sentido del humor envidiable. En su stand tuve el placer de interactuar con su obra. Concretamente con "E-tree" . Había un teclado donde podía escribir lo que quisieras, e inmediatamente aparecía proyectada la frase en la pared formando parte de un árbol, cuyas ramas se movían como acariciadas por el viento. Yo escribí el nombre de mi hija...
Cuando llegué de nuevo a mi área, me comunicó Aurora, la coordinadora de DeArte, que podía salir a comer. Ya eran las 14:00 horas. El tiempo pasó volando. Nos íbamos a turnar, y mientras yo comía, otra compañera se encargaría de mi área, para que así nunca estuviera desantendida. Al cabo de 30 minutos volví con fuerzas renovadas para asistir a la segunda jornada de aquel primer y expectante día de la X Feria DeArte, y en sí la más determinante: La Inauguración Oficial de la Feria.
Jose tienes buena narrativa!. ¿Porqué no hacer una libro recopilando experiencias?..
ResponderEliminarLa verdad Valle, es que siempre he tenido curiosidad por publicar algunos de mis relatos, poesías o novelas, pero al final por una cosa u otra me he dejado llevar por la apatía del pasar los días. A ver si me animo. Por ejemplo, "Faxanadú" no quería subirla como está, quería revisarla (llevo unos 5 años queriendo revisarla...), pero viendo que no podía por falta de tiempo, la he subido tal y como la escribí en el 2002... No sé, a lo mejor me hace falta un empujón jejeje
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