Durante estas semanas iré publicando fragmentos del libro La Foto de Capa, seleccionados por lectores, algunos de ellos de renombre, y otros anónimos, pero apasionados por la lectura y la historia, además de publicar algunos fragmentos seleccionados expresamente por el autor del libro y del editor.
La idea, además para que os adentréis un poco más en el universo de La Foto de Capa, es que podamos comentar sobre lo que tratan los fragmentos, y crear un debate vivo.
Espero que os guste.
Fragmento 1:
En 2008 Lluis Romero presentó la galerada de su libro en Cerro Muriano; para la ocasión se reunió casi toda la familia y pude mantener una breve y amena charla con Juan, el niño acurrucado entre los brazos de Josefa que mira a la cámara de Robert Capa. «Mi madre, pese a su complicada vida, siempre trató de ver el lado bueno de las cosas y de cuidar de los cuatro –de ella y de sus tres hijos–, pero todo se vino abajo cuando mi hermana murió. Nunca nos dijo de qué, cierto día dejó de estar entre nosotros para siempre y eso fue lo que ocurrió. Desde aquel momento las cosas cambiaron para ella y, tras la guerra y mucho vagar, debió decidir que nos trasladásemos a Cataluña donde crecimos y buscamos trabajo. Muchas tardes solíamos ir a pasear a la playa del Rec, con sus pinos y sus blancas arenas. Una tarde, siendo mi hermano muy pequeño, se nos echó la noche.
–Acércate, Juan. Mira todo esto.
Me acerqué hasta ella y vi que oteaba el negro mar. La playa tenía la forma de una herradura y la noche era apacible. Vi a lo lejos el acantilado y los pinos cabalgando sobre él y mi madre también los miró negros en la oscuridad.
–¿Los ves?
–Sí –le dije.
–Cuando vivíamos en Córdoba tu padre y yo, salíamos todas las noches al cobertizo de la casa y mirábamos hacia las colinas con sus pinos. Vivíamos en una bonita casa con granero y animales, en mitad de una llanura.
–Si.
–La llanura nos daba fruta y trigo y engordaba a los rebaños que pacían en ella, ¿sabes porqué venimos hasta aquí siempre que podemos? –me preguntó.
Le contesté que no. Aunque sabía que la playa del Rec le recordaba aquella llanura en la que engordaban los animales y crecía la fruta».
Un fragmento bastante conmovedor e ilustrativo de todo lo perdido durante la guerra civil, pero sobre todo, de los sueños siempre presentes en el espíritu de todo ser humano.
ResponderEliminarCierto Littlebu, lo que no hay que perder nunca son los sueños.
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